EL PAÍS DE LA LARGA NUBE BLANCA

AOTEAROA NUEVA ZELANDA


De hecho, en Nueva Zelanda se hablan dos idiomas principalmente: maorí e inglés. El maorí es hablado por los señores y señoras que habitaban las islas antes de llegar Sir James Cook a las costas de Asia y Oceanía.
COLONIZACIÓN
Los ingleses rápidamente llegaron a un acuerdo con los nativos por medio del Tratado de Waitangi, por lo que no hubo demasiado derramamiento de sangre. El acuerdo básicamente reza: «nosotros tenemos armas de fuego y vosotros ni conocéis el metal con lo que, si hay batalla, de vosotros no quedará ni el apuntador. Si nos dejáis hacer y deshacer sin rechistar os dejaremos vivir en un cacho de vuestra tierra. Asimismo, os consideraremos ciudadanos de pleno derecho -ja, ja,ja-. Además, os enseñaremos como trabajar para nosotros, os daremos ropas, y os llevaremos a Londres a la corte. Os exhibiremos y demostraremos así, que otro pueblo más ha sido sometido. Dentro de doscientos años cuando sepáis leer y escribir, tendréis el derecho legal de reclamar vuestras tierras aunque ya será tarde. Aquí está la firma que os condena para siempre, además, para entonces ya tendréis cada uno de vosotros una hipoteca». Y colorín colorado…

TESORO NATURAL
Aotearoa es el nombre que los antiguos maoríes dieron a la isla cuando llegaron allá por el siglo noveno de nuestra era, y lo clavaron. Significa: el país de la larga nube blanca. A pesar de haberlo visitado en verano, no fueron tantos los días soleados que vi como cabría esperar, ni tampoco los días cálidos. Eso sí, cuando el sol brillaba había que ponerse a la sombra. La capa de ozono en esta parte del mundo es del grosor de un papelillo de fumar, y al menor descuido podías tener la piel en carne viva.


Aquí he visto por primera vez en mi vida glaciares. Situados a unos pocos kilómetros alejados de la costa, es posible llegar tanto al Glaciar Fox como al Glaciar Franz Joseph por tus propios medios.
También he visto por primera vez focas de verdad, leones marinos y pingüinos. Aquí también he vivido mis primeros terremotos. El primero fue toda una gran experiencia. Puedo decir que disfruté del momento, de ver como se movía todo: suelo, casas, árboles… Las réplicas, que se alargaron durante diez días, no fueron tan divertidas.

Este país es un regalo de la naturaleza, especialmente la isla sur, donde se encuentran los Alpes del Sur, una cadena montañosa que recorre la citada isla todo lo larga que es. Su pico más alto el el Monte Cook, con unos nada despreciables 3724 metros.


El déficit de lugares urbanos interesantes, queda ampliamente compensado con sus variados y espectaculares espacios naturales.


Tuve la suerte de poder remar en un «waka», que es la típica embarcación maorí… bueno, en una especie de réplica de ella que es con la que realizan competiciones. Éramos seis personas remando, y puedo decir que lo hicimos al unísono en la aproximadamente una hora que estuvimos en ello. También cabe decir que yo era el único neófito y no se notaba mucho cuando entraba antes o después de los demás con el remo.

TESORO HUMANO
Y cómo no!, no podían faltar sus animalitos, pero entre todos ellos destacar los de dos patas. Los kiwis -neozelandeses- son tranquilos y de muy fácil trato. Siempre dispuestos a echar una mano y ante cualquier problema, intentan buscar una solución. En casi tres meses no oí una palabra más alta que otra, ni hacia mi ni entre ellos. Eso sí, también hay que decir que hijoeputas hay en todos los sitios, que de esos también me encontré, pero afortunadamente eran sólo la excepción que confirmaba la regla.
