La Siempre Fiel Ciudad de CAJABAMBA
Cuando bajé del autobús que me traía de Cajamarca, tuve la sensación de que este lugar me iba a gustar. Aunque venía de pasar una semana sin moverme de donde estaba, me preparé para pasar otra aquí. Me daba en la nariz que me iba a gustar este nuevo destino. No sabía cuan confundido estaba, así como tampoco imaginaba lo acertado de mis suposiciones. Esto puede parecer una contradicción… Bueno… sí y no.

Como pensaba quedarme varios días en la ciudad, me preparé para encontrar «el lugar» donde poder estar a gusto por un buen precio.
Después de recorrer la ciudad de arriba abajo, todos los hospedajes donde había preguntado me daban un precio que era el doble de lo que venía pagando en Cajamarca. Los hoteles y hostales donde pregunté tampoco es que se destacarán por su situación o porque fueran especialmente confortables. Así que, se me pasó por la cabeza ir hasta Huamachuco, que era la localidad más próxima donde había lugares para visitar y perderse.

Aún estando cansado de dar vueltas con la mochila de un lado para otro, decidí hacer un último intento en unas calles transversales donde todavía no había probado… y el lugar buscado apareció! Por el mismo precio que pagaba en Cajamarca conseguí un pequeño cuarto con baño que daba al tranquilo patio central de la casa, el cual estaba presidido por un precioso naranjo.
Una vez establecido, fui a mitigar el hambre que tenía, a dar unos paseos por el pueblo y a preguntar por los lugares visitables y cómo acceder a ellos. Había varios lugares interesantes a visitar, pero la estrella de todos ellos eran las Cascadas de Cochecorral.
Me encantó la paz y tranquilidad que se respiraba en el pueblo. No era solamente que como en el resto de los lugares que había conocido en Perú la gente era muy amable, aquí además les gustaba conversar y si fuera menester, ayudar en lo que fuera.

De excursión por Cajabamba
Al día siguiente a primera hora estaba listo para coger la furgonetita que me acercaría a las citadas cascadas. Allí me encabroné con la de taquilla porque me cobraba de más por ser extranjero. En concreto eran 2 soles de más, que vendrían a ser el equivalente a 50 céntimos de euro. En estos casos no es la cantidad lo que duele, sino el hecho de que te pretendan engañar. Dije que de ninguna manera y como ellos dijeron lo mismo que yo, al final tuve que ceder si quería subir a las cascadas. Lo peor de todo fue que me dejaron mucho más abajo de donde debieron haberlo hecho. El caso es que ese día no llegué a ver las cascadas. De cualquier manera, el paseo de vuelta a Cajabamba siguiendo el sendero del lecho del río justificó totalmente la excursión.
Bajando iba cavilando, y me dije que no quería volver a pagar al día siguiente a esos bandoleros para que me llevasen al lugar donde debieron haberme llevado ese mismo día. Conclusión: decidí con pena irme al día siguiente de allí. Pero, pero, pero, los planes no siempre salen como uno los piensa.

Media hora antes de llegar al pueblo coincidí en el camino con una amazona que bajaba por el camino de herradura por el que yo iba, montada como debe ser, en un animal de herradura.
Le pregunté por curiosidad malsana en qué punto del camino se me había quedado la cascada. Me lo explicó y me dijo que casualmente ella subía al día siguiente con su padre, así como que esa misma tarde salía a pasear con su hermana y su tío, que si quisiera me podía apuntar a una de las excursiones o a las dos. Me apunté a las dos.
Esa tarde fue la primera de muchas excursiones que realizamos juntos en seis días que permanecí en el pueblo.
Aún no siendo arqueológicamente tan poderosa como Chachapoyas, en los alrededores de Cajabamba se encuentran desde restos arqueológicos dispersos, hasta aguas termales, lagunas, barrancos, nuevas esculturas realizadas con dudoso gusto estético y, como no, las Cascadas de Cochecorral.

Lo mejor de todo esto, es que se podía subir a Cochecorral a pie perfectamente. Son tres horas de subida, pero para quien le gusta caminar no es una distancia ni mucho menos insalvable. Dos días antes, toda los locales con los que hablé me dijeron que tenía que subir en transporte público o contratar un tour para poder llegar hasta allí. Es curioso el miedo que le tiene la gente a caminar y a la idea de que a pesar de acabar cansado después de seis horas de caminata, estás feliz de la vida. La sensación de placer que deja el haberlo recorrido por tus propios medios, el parar y descansar donde uno mismo decide y por el tiempo que quiera, el identificar los ruidos del lugar, la simple contemplación del paisaje… ese es el camino.
Es cierto que yo no lo realicé por mis propios medios, ya que necesité ayuda logística, pero llegó del mejor lugar. No pude tener mejores guías que Queico, Alcira y familia. Me metieron en su casa, me dieron de comer y pude ver y participar de su día a día. Todo se me ofreció con una sonrisa y sin pedir nada a cambio.
Gracias chicas por abrirme tantas puertas, por mostrarme tan preciosos lugares, por reírnos tanto juntos, por estar pendientes de mí y ante todo por vuestra agradable compañía.

