SADHUS, HOMBRES SANTOS DEL HINDUISMO

En las ciudades y pueblos de Nepal pero sobre todo de India, en sus caminos, en sus templos… es habitual ver gente variopinta, extravagante a nuestros ojos occidentales, que nos llama poderosamente la atención. De entre la variada fauna que alegrará nuestro ojo viajero, sobresalen por su ubicuidad los “sadhus”.
Visten con túnicas de color naranja, rojo burdeos, semidesnudos o en pelota picada. Llevan la cabeza rapada o con larguísimas “rastas” –churros de pelo-, sueltos o recogidos sobre su cabeza en un moño a veces enorme. Unos llevan un bastón de bambú del que nunca se separan, otros un tridente metálico. Reconocerlos es labor sencilla, aunque también hay farsantes. Los sadhus son eminentemente ascetas en busca de la liberación.
Según la primera acepción de la RAE, asceta es: “Persona que, en busca de la perfección espiritual, vive en la renuncia de lo mundano y en la disciplina de las exigencias del cuerpo.”
¿QUIÉNES SON LOS SADHUS?
Son, según el hinduismo, los seres más sagrados de la tierra. Su máxima aspiración es llegar al “moksha”, la total liberación del deseo, y alcanzar la sabiduría. Al ser el hinduismo una religión sin estructura orgánica, ellos fueron el principal instrumento para extender sus creencias años atrás. Son profundamente reverenciados, aunque también son temidos, ya que hay gente que piensa que tienen poderes. Uno de ellos y al que más gente teme, es al mal de ojo.
Piensan que ningún ser en la tierra debiera decidir sobre la vida de ningún otro animal, así pues, son estrictamente vegetarianos, aunque también los hay caníbales! Han renunciado a sus posesiones y a los valores materiales de este mundo. Peregrinan constantemente siguiendo lugares sagrados o celebraciones religiosas, ya que creen que establecerse en un lugar les hace estar inactivos, aunque también los hay sedentarios. A cambio de sus bendiciones y oraciones, la gente les da alimento y limosnas.
Tanto en India como en Nepal, pueden fumar legalmente sustancias estupefacientes, ya que les ayuda a conectar con los dioses. No es el único privilegio del que gozan, también pueden viajar en la vasta red de ferrocarriles de India gratuitamente.

Al haber renunciado a lo mundano, no tienen más posesiones que la ropa que visten, un cuenco para agua que les sirve de cepillo para recoger las limosnas o alimentos, un hatillo con algunas pertenencias como textos sagrados, y los atributos distintivos de la secta a la que pertenecen. Se supone que deben mendigar solamente por comida, aunque, en la práctica son un poco más indulgentes consigo mismos. También pueden obtener algún ingreso extra: oficiando como mentores espirituales, fabricando amuletos, adivinando el futuro, realizando exorcismos, leyendo las manos, interpretando sueños, cantando, haciendo juegos de malabares, mostrando sus capacidades como faquires, vendiendo hierbas medicinales, tatuando, realizando hechizos y elaborando pociones.

Un diez por ciento son mujeres. En India, cuando una mujer enviuda, se convierte en algo parecido a un ser invisible, irrelevante. Es entonces cuando muchas de ellas deciden convertirse en sadhvis, la versión femenina de los sadhus. Es ésta prácticamente la única manera respetable de escapar a la muerte en vida que supone la viudedad. Hasta hace no tanto, las viudas eran obligadas a arder en la pira funeraria con sus difuntos maridos, como bien nos instruyó Julio Verne en su libro “La vuelta al mundo en ochenta días”
DIFERENTES TIPOS DE SADHUS
Hay dos grandes categorías, dependiendo del dios al que son devotos. Por una parte, están los Vaishnava, adoradores de Vishnu; suelen llevar su frente pintada con tres rayas horizontales. Por otra parte están los adoradores de Shiva; llevan en la frente pintada una “U” con un punto en el centro. Son los Shaiva.
Pero son muchos los grupos y subgrupos que engloban estas dos grandes categorías, poseyendo cada uno de ellos sus propios ashrams o escuelas. Así pues, se pueden ver sadhus con el pelo rapado o con “jata”, rastas. Otros hacen penitencias extremas, como recorrer miles de kilómetros rodando sobre sí mismos con las manos y los pies estirados, permanecer durante años con un brazo levantado, o vivir y dormir apoyados sobre una sola pierna. Los hay que se entierran hasta el cuello y clavan su lengua con púas en la tierra mientras se derriten al sol. Uno de ellos, adquirió relevancia al levantar una piedra de treinta y cinco kilogramos con su pene en la feria de Pushkar. El sufrimiento es una de las llaves para liberarse del eterno ciclo de las reencarnaciones.
Para entender mejor toda esta amalgama de usos y creencias, hay, dependiendo de sus costumbres, otra forma de clasificarlos. Esta consta de tres grupos principales y tienen las siguientes peculiaridades:
SADHUS NAGA
Originariamente, fueron guerreros que lucharon contra las invasiones musulmanas allá por el S.XII. Años más tarde lo harían contra los ingleses. Se embadurnan el cuerpo con ceniza del fuego sagrado. Van totalmente desnudos o con un simple taparrabos. Suelen vivir apartados de la sociedad, en cuevas o lugares retirados en el bosque, principalmente en la zona de los Himalayas.
SADHUS AGHORI
Son sin duda los más radicales de todos, siendo incluso rechazados por algunos hindúes debido a sus prácticas extremas. Adoptando comportamientos que ponen patas arribas la lógica más elemental, alegan que están más cerca de la “iluminación”.
Al contrario que el resto de ascetas, beben alcohol y consumen carne. Utilizan un cráneo humano como recipiente para beber líquidos y recibir caridad. Suelen vivir cerca de los crematorios, donde se embadurnan el cuerpo con las cenizas provenientes de las piras crematorias. Si la familia del finado se lo permite, se alimentan de restos de cadáveres que el fuego no ha consumido. Sostienen que el comer carne humana les da poderes sobrenaturales y una vida más larga. Solamente aceptan comida ofrecida por lo más bajo de la escala social india, como barrenderos o prostitutas. Acostumbran a tomar comida en descomposición, y en momentos de extrema pasión religiosa, son capaces de devorar sus propias heces o incluso practicar sexo con cadáveres.
SADHUS DANDI
Se denominan así por el cayado de bambú del que nunca se separan, llamado “danda”. Acostumbran a ser los más cultos de todos, siendo sus principales labores, la meditación y el estudio de las sagradas escrituras.
KUMBH MELA O KUMBA MELA
Es el festival religioso que reúne más peregrinos a lo ancho y largo de nuestro planeta. Este se celebra cuatro veces cada doce años en una de cuatro ciudades diferentes: Haridwar, Allahabad, Nashik y Ujjain. Esta celebración se remonta dos mil años atrás y reúne a sadhus de todo el mundo. Es en este inmenso festival donde alcanzan mayor protagonismo.
¿CÓMO Y CUÁNDO DECIDE ALGUIEN CONVERTIRSE EN SADHU?
Según la tradición religiosa hindú, hay cuatro fases en esta vida: estudiar, ser padre, ser peregrino y la cuarta, buscar los verdaderos valores de la vida renunciando a cualquier lazo material o familiar.
Si bien, en su origen, solamente los brahmanes podían ser sadhus, hoy día puede serlo cualquiera, independientemente de su casta. Unos lo son desde niños, entregados por sus padres a un gurú; otros cumplieron las fases preceptivas abandonando posteriormente a sus familias. Hay analfabetos y los hay con estudios superiores. Los hay quienes viven en occidente e incluso tienen horario de oficina, pero se consideran hombres santos por haber adoptado la máxima de desapego del mundo material.
Los principiantes, han de encontrar un gurú que los acepte, al que servirán durante un periodo de tiempo que dependerá de varios factores. Si durante este tiempo en el que aprenderán técnicas de yoga, meditación, etc.. son considerados idóneos, pueden comenzar el proceso de iniciación. En este proceso, algunos, cambian sus nombres al convertirse en sadhus. Los hay quienes celebran su propia ceremonia funeraria. A esta le sigue un ritual de renacimiento a su nueva vida ascética. Ha muerto un hombre, ha nacido un sadhu. El estado indio reconoce legalmente su muerte, dejando de engordar las estadísticas de la administración.

Una vez consagrados, son varios sus cometidos: adoración, tomar parte en “cónclaves”, realizar peregrinajes, auto-purificación, estudio de textos religiosos… También pronuncian discursos, imparten doctrina religiosa, ayudan a los pobres y desfavorecidos, incluso abren escuelas, hospitales o ashrames –escuelas adoctrinadoras-.
Evidentemente, hay excepciones y caminos truncados. Al ser la condición humana tan diversa y voluble, algunos acaban siendo simples mendigos con vestimenta de santones. Otros están “fumados” desde por la mañana, siendo esa su máxima aspiración terrenal. Y los hay, sean auténticos o falsos, que se acicalan para que los turistas les reclamen para la foto, por la que piden una considerable cantidad de dinero, algo nada compatible con la filosofía de hombres santos. Estos se encuentran sobre todo en los ghats de Benarés y en el templo de Pasupatinath, en Katmandú.

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