SENDERISMO SIN GUÍA ALREDEDOR DEL MACIZO DEL DHAULAGIRI

Es asombroso cómo, a veces, un hecho que en un principio puede parecer intrascendente, es susceptible de cambiar tu rumbo, si no el de tu vida, al menos el de los próximos días o semanas.
El descubrimiento de un mapa fue lo que provocó que me adentrase en el macizo del Dhaulagiri sin guía.
En esto de caminar sin guía por la cordillera del Himalaya, ya tenía previa experiencia. Unas semanas antes, había hecho senderismo alrededor del Annapurna y la caminata fue más que satisfactoria. En primer lugar, porque al salir de los senderos oficiales te encuentras con la verdadera realidad de Nepal. En cinco días apenas vi turistas -durante los cuatro primeros solamente vi uno-. Además, los locales, son mucho más accesibles cuando no eres uno más de las decenas de mochileros, si no que eres «el mochilero», ya que probablemente en días no hayan visto ninguno más.
En segundo lugar, los precios no están inflados. En los senderos más transitados, un Dal Bhat, un plato de arroz frito o una taza de té pueden triplicar y hasta quintuplicar su precio. La excusa para este desatino, es que los alimentos hay que traerlos desde el valle. Lo más curioso de esto, es que la mayor parte de los ingredientes: arroz, patatas, demás vegetales, carne,… son producidos en el mismo lugar que los consumes, a veces incluso por la misma familia que te los sirve. Por otra parte, al no ser áreas «protegidas», no hay que pagar entrada de acceso.
Así pues, mapa en ristre me dirigí a coger un bus que me llevase a Beni. En ese momento me encontraba en Pokhara, el cual es un buen lugar de partida hacia varios interesantes destinos.
Llegué a destino después de tres horas de tortuoso trayecto. Una vez allí, recuperé fuerzas con un delicioso y baratísimo Dal Bhat y me encaminé a Tatopani. Aproximadamente nueve kilómetros separan las dos localidades. El sendero discurre plácidamente a lo largo del cauce del río Myagdi. Es en este trayecto donde tendrás un primer acercamiento al modo de vida rural tradicional. Se cruzan varios asentamientos y la ribera del río está salpicada de diversos campos de cultivo. Las dos localidades se unen con frecuencia por bus, pero sería un error no realizar este tramo a pie.

Elegí la localidad de Tatopani como primer destino por dos motivos. En primer lugar, es allí desde donde parte la primera -o última- etapa del sendero marcado por el mapa. En segundo lugar, una reconocida fuente de aguas termales brota de las entrañas de la tierra. De hecho, la traducción literal del nombre de la localidad sería Agua Caliente.
Una vez allí, cambié mis planes. En vez de recorrer el sendero marcado por el mapa de cabo a rabo, haría incursiones por los alrededores. Al día siguiente salía para Thurke, que es un espléndido mirador natural desde donde se pueden ver los macizos del Dhaulagiri y Annapurna.

A Thurke se puede subir tanto desde Beni como desde Tatopani. Desde esta última localidad, la subida es de cortar literalmente la respiración. Al principio el camino discurre por alegres maizales, campos de arroz, patatas, trigo,… Una vez fuera de las tierras de cultivo, el terreno se vuelve agreste, y el sendero tiende a apuntar hacia arriba. A pesar de que éste discurre en un continuo zig-zag, es necesario pararse a menudo para tomar aire.
Casi cuatro horas más tarde, llegábamos a la cresta de la montaña. Ante nosotros se abría una soberbia vista de picos nevados. Algunos de cinco, seis y siete mil metros de altitud, dos de ellos superaban los ocho mil metros: Dhaulagiri y Annapurna I. Imposible no sentir un cosquilleo de felicidad ante tamaño espectáculo.
Varios días discurrieron entre paseos por los alrededores de Tatopani y visitas a las termas. Éstas, son localmente celebradas porque dicen que los componentes de sus aguas son especialmente ricos en minerales. Su olor es fuertemente sulfuroso. Parece ser que es incluso aconsejable beberla. Si bien es cierto que la probé, no me fie mucho de ingerirla a diario como hacen los locales. Donde esté la cerveza, que se quite el azufre.
De los paseos por los alrededores, me pareció -aparte de Thurke– especialmente remarcable uno que realicé por el valle del río Arje. Este es un estrecho vallecito con un puñado de casas esparcidas a lo largo y ancho de él. Los cultivos son principalmente de trigo y arroz, y están dispuestos -como no podría ser de otra manera- en terrazas. Su brillante verdor contrasta con el verde seco del valle principal, el del Myagdi.

El propósito inicial de haber viajado hasta aquí, era acercarme lo más posible al Dhaulagiri. El punto más cercano del sendero que marcaba en mapa era la localidad de Mudi. Ese sería mi próximo destino.
Entre un rato caminando, otro a dedo y otro en bus, llegué a la localidad de Darwang. A partir de ahí comencé a subir. Una gran parte del camino hasta Mudi, discurre a lo largo de una carretera sin asfaltar. La carretera es polvorienta, hasta el punto de, a veces, hundirse los pies hasta el tobillo en el seco polvo del camino. Afortunadamente no hay apenas tráfico, eso sí, cada vez que pasa un bus, es aconsejable alejarse un poco del camino para no acabar devorado por una densa nube de polvo. A pesar de éste no ser muy cómodo, me consolaba la idea de que en época de lluvias sería todavía peor.

Después de casi ocho horas de pateada llegaba a destino. El lugar es un remanso de paz. No hay ni motos, ya que la única manera de acceder al lugar es a pie o en burro. Llegué un poquito antes del atardecer y pude ver cómo el gigante Dhaulagiri, casi al alcance de mi mano, se iba tiñendo de rojo para dar paso a la fría noche.


Tanto Muni como los pueblos que me encontré a mi paso desde Darwang, son localidades placenteras donde muy de vez en cuando aparecen turistas. En casi todos hay hostal o albergues muy sencillos. Si la opción no te place, siempre es posible preguntar en el pueblo y que alguien te acoja en su casa. Por norma general te pedirán la voluntad por alojarte y darte comida.

Enfrente de Muni, se encuentra además Gurja Himal, que es otro macizo montañoso digno de mencionar, ya no solamente por su altura -7193 m. su punto más alto-, sino también por su especial belleza. Es un paredón de piedra negra que parece herido por una enorme garra, con varios picos situados casi en perfecta línea.

En esta localidad serás el principal atractivo del pueblo, en las demás también. Afortunadamente, la curiosidad de la gente es comedida y respetuosa. Como dato útil, mencionar que en la zona se produce un hachís de excelente calidad que estarán encantados de venderte.

DATOS ÚTILES.-
El bus de Pokhara a Beni se puede coger en el Km. 0
El trayecto demora 3 horas y el precio del pasaje es de 210 rupias.
Quien desee ver más fotografías de la ruta, puede acceder a mi cuenta de Flickr pinchando aquí.
Como siempre las fotos so espectaculares… impresionan las de los picos y las de los baños con tanta gente dentro.. en alguna casa tienen placas de energia solar . Sigue disfrutando
Lo de las placas de energía solar, en algunos lugares es bastante común, ya que las instituciones las subvencionan. Igualito que en Españistán, tierra de sol y de conejos.
Me gustó esta frase: «donde esté la cerveza que se quite el azufre», hehehehe.
Tremenda foto la de las aguas terminales (de premio).
Buenas vistas se ven por las fotos que has colocado y por la noche fresquito, me imagino, no?
Saludos
Por la noche fresquito, y por la mañana, hasta que no daba el sol donde estuvieras, todavía más fresquito aún. Pero, como dice el dicho: «sarna con gusto, no pica». Un abrazo Rafa.
Las mujeres, no pierden su feminidad con sus pequeños adornos. Trabajan duro y rústicamente. Seguro que son mas felices que nosotros, teniendo menos comodidades
A las mujeres les gusta ir bien arregladitas, aunque estén trabajando en el campo. Cuidan mucho su aspecto. En cuanto a ser más o menos felices… creo que la gente se adapta a sus circunstancias en cada parte del mundo. Si tienes poco vives con poco. Creo que la felicidad depende, sobre todo, de uno mismo.
Qué mundos más chulos…Eskerrik asko ezagutarazteagtik!
Plazerra neurie da ta. Moxu bet.