EN BICICLETA POR ESLOVAQUIA

Después de cruzar la República Checa y antes de entrar en Ucrania, Eslovaquia fue el país que me recibió, y lo hizo con los brazos abiertos. A pesar de la actitud del señor que aparece retratado en la estatua de arriba, los eslovacos son de buen carácter.

Éste es uno de los países de formación más reciente que hay en el mundo. Aunque a algunos nos cueste disociarlo de Chequia, lo cierto es que la historia de Checoslovaquia fue más bien breve. Se unieron por primera vez en 1918, al final de la I Guerra Mundial. En 1938, bajo dominio nazi, fueron separados, para volver a unirse al final de la II Guerra Mundial. Fue en 1993, tras la caída del Telón de Acero que decidieron volver a caminar por separado. Un paisano me contaba con la piel literalmente erizada, como esta separación había sido afortunadamente pacífica. Inmediatemente me vino a las mientes lo ocurrido en la antigua Yugoslavia.

Por norma general, las carreteras aquí están en buen estado de conservación. Eso sí, su red de carriles-bici no es tan generoso como el de la vecina Chequia. Por otro lado, la gente es más cercana. Llegados a este punto, sería inexcusable omitir que la cerveza aquí no es tan buena. En este aspecto, no cualquiera puede competir con los checos, aún así, también muy rica.
Algo que me gustó fue que cuando te ven parado en la carretera dudando entre que camino coger, la gente se te acerca para ayudarte. Esto es algo que se agradece en estos países de carácter tan «frío».
En mi periplo por el norte de la geografía eslovaca, crucé un pedacito de Polonia. Es una lengua de tierra que se adentra en la escarpada orografía de los montes Tatras. Es en estas formaciones de agujas rocosas donde se encuentran los picos más altos de la Cordillera de los Cárpatos.
A pesar de recorrer las faldas de los Tatras y las estribaciones de la Cordillera Carpática, las carreteras no sufren grandes inclinaciones. Excepto alguna contada cuesta o puerto de montaña, el resto son lomas apenas exigentes. Esto es de agradecer cuando se lleva peso en la bicicleta, y aún más cuando el cuerpo está todavía acostumbrándose al esfuerzo diario de pedalear.
Los paisajes aquí los forman contados campos de trigo, algunos maizales, campos de patatas y muchos prados. El resto son bosques repletos de piceas, hayas, tilos, avellanos… muy similar a lo que podría encontrarse en la Cordillera Cantábrica. Al ser la madera aquí tan abundante, son inevitablemente unos auténticos artistas trabajándola. Simplificándolo, se podría decir que aquí falta arcilla y sobra madera.
ETAPAS
STARÁ BYSTRICA – ZAKOPANE (98 km.)
Jornada agradable con alguna loma que hace romper a sudar pero nada exagerado. Hasta unos pocos km antes de Namestovo, las carreteras no tienen apenas tráfico. Cerca de esta ciudad y sobre todo de la localidad polaca de Zakopane, el tráfico es considerable. En ésta última se encuentra un albergue baratito pero de calidad, enfocado principalmente a ciclistas, MTB Hostel.
ZAKOPANE – STARÁ LUBOVNA (81 km.)
La salida de Zakopane puede tener muchísimo tráfico, incluso atasco de kilómetros. Una vez se coge el desvío en Poronin, se acabó el problema. Hay alguna cuesta exigente, pero nada para echarse las manos a la cabeza. En el lado eslovaco de la frontera, los paisajes son más que preciosos.
STARÁ LUBOVNA – SVIDNIK (90 km.)
Agradable jornada de suaves colinas. No hay excesivo tráfico en todo el recorrido. Merece una visita la plaza de Bardejov, declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO
SVIDNIK – SNINA (87 km.)
Horrible el tráfico a la salida de Svidnik hasta Stropkov. Hay una carretera alternativa por Ladomirová que creo, merece la pena coger. Desde Krasny Brod hasta Snina, la carretera discurre por lugares preciosos y sin apenas tráfico. Jornada de subidas y bajadas hasta Snina, ciudad a la que no vi ningún encanto.
SNINA – DUBRYNYCHI (Ucrania) (43 km.)
Fácil etapa fronteriza. Control de pasaporte rápido y sin problemas. Primera toma de contacto con las exigentes carreteras ucranianas. En Dubrynychi hay un albergue barato y muy cuco llamado Bed&Bike. En el pueblo, aparte de cuatro tiendas, no hay nada más.
Muy original, qué recuerdos, parece la segadora jolpa de Melgar
Como siempre, las fotos que pones espectaculares (una imagen o varias valen más que 1000 palabras). Un buen destino y un buen viaje el que planteas. Saludos y abrazos. Rafa
Gracias Rafa! Seguiré intentando alegrarte la vista a través de mi cámara.
Las casas son muy peculiares, y el color de la madera.
Son todo unos artistas en lo que se refiere al trabajo en madera. Si es que, lo que es materia prima no les falta.