Retiro en Suan Mokkh
SEGUNDO DÍA DE AUTOS
«Salude a su buda interior. Puede que no sea consciente de ello, puede que ni siquiera lo haya soñado, que usted es un buda, que no puede ser otra cosa, que la condición de ser buda es la esencia de su ser, que no es algo que vaya a ocurrir en un futuro, sino que ya ha sucedido.» Osho

Esta mañana en la charla del Gran Jefe Abad he puesto todos mis sentidos a trabajar porque volvía a sonar el mantra «biti nin, biti nau». A pesar de recoger solamente retazos del discurso, era más o menos posible introducir el mantra en un contexto. Volvían a sonar «niu yia» y «niula», osea, que el mantra o estaba dentro del carácter festivo de las fechas en que nos encontrábamos, o dentro de la teoría meditatoria y… Eureka! «biti nin, biti nau», «breathing in, breathing out», «inspirar, expirar». Y yo ya pude respirar tranquilo.
Me siento como si estuviera de vuelta en el internado con los salesianos. Como si hubiera vuelto al cole otra vez de alumno, y de alguna manera, así es.
Hay un montón de actividades que no debemos realizar, y que podrían suponer la expulsión por reincidencia por tanto, o las realizamos a escondidas o nos vemos obligados a mentir. Para escribir estas líneas, aparte de hacer algo no aconsejable como escribir, ya que desvía mi atención del objetivo del retiro, me he escaqueado. No he asistido a las actividades nocturnas alegando que me duele la espalda del tute de estos días. Que entre sentarme a la birmana, a la japonesa, o en medio-loto, tengo la espalda destrozada. No sé si habrá colado, pero si Josi no se lo ha creído, tampoco me puesto ninguna pega.

Este el responsable de nuestro dormitorio, en el que somos unas veintipico personas. Es un ayudante-monitor que debe ser francés o canadiense, ya que habla un torpe inglés con acento francés. Después de cada descanso revisa que nadie se quede en su habitación, y lo hace concienzudamente antes de cerrar a cal y canto el dormitorio. También es el que se encargaría de apercibir al personal masculino si incumpliese las reglas. Que yo sepa ya ha dado el toque a Patato por hablar con el móvil, y a Papanataspoulos por el asunto del coco y por poner perdido de agua el pasillo.
Nos aseamos en unos pilones que hay entre el patio y las habitaciones, estos están comunicados por un pasillo que bordea ambos. El griego es un cochinote. Ayer estando él y yo solos en una de las piscinas termales, el tipo se sonaba los mocos allí mismo, donde todos nos bañamos. ¿Pero este tipo no tiene cerebro? No le dije nada por no perturbar la serenidad de mi karma.
Mientras realizamos las actividades programadas, los dormitorios están cerrados para que nadie entre a mangarla, pero sobre todo para que nadie se escaquée y se venga a echar una siestota.
A mi me cuesta mucho meditar, ya que siempre me ha costado concentrarme. Yo digo que es porque tengo una rica y variada vida interior, pero la verdad es que soy un poco disperso. En el cole fui un gran estudioso del imprevisible vuelo de las moscas, aunque de todo esto no saqué más que unas pocas conclusiones, a saber:
– que las moscas sin alas son muy poquita cosa y es imposible hacer competiciones con ellas ya que no son capaces de correr por el camino marcado.
– que las moscas con una sola ala vuelan en círculos
– que aplastadas en un folio hacen dibujos interesantísimos que nos fascinaban a los futuros estudiantes de bellas artes, pero sobre todo a los de psicología.
Se podría decir que en lo relativo a moscas tengo muchas horas de vuelo.

También practiqué mucho el tiro. Las modalidades eran básicamente dos: lanzamiento de granos de arroz o de bolitas de papel con cerbatana boli «bic», y lanzamiento de tacos propulsados por goma elástica. En esta última modalidad era un auténtico especialista. Hacía unos tacos bien prensadotes, más largos que cortos para que siguiesen mejor la trayectoria marcada, y a quien le daban le hacían saltar literalmente de la silla, y rara era la vez que fallaba.
En muchos aspectos estamos como de vuelta en el cole. Está el que siempre llega tarde, el que hace la pelota al profesor -tenemos un «miniyo»-, el que se duerme -hay varios-, el rarito -hay varios-, el piraña, el cachas, el guapísimo, la buenísima -hay varias-… esto último ya no es como en el internado ya que éramos solo chicos para no desviarnos de nuestro principal objetivo: el acumular conocimientos.
Por la noche, en el internado, teníamos de cuidador a Mortadelo, que era grande y nosotros pequeños. Tenía una mala leche del copón -no era para menos-, y era feo, muy feo, yo creo que por eso se metió a fraile. Aquí tenemos a Josi, que está en las antípodas de Mortadelo, bueno, al menos no es tan feo. Es pequeñito y dulce como un croissant francés. Aunque el ambiente sea de internado, la gente aquí es ya talludita. De todas maneras, espero que a nadie se le ocurra hacer una guerra de almohadas. Las que tenemos no parecen muy apropiadas para tal tarea.
Esta es ya mi tercera noche, y si he de ser sincero, me estoy acostumbrando a la placidez de la vida monástica.